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SOBRE LA RESPIRACION
ECKHART TOLLE  “Un mundo nuevo ahora”  Ed. Debolsillo



Ser conscientes de nuestra respiración aparta la atención del pensamiento y crea espacio. Es una manera de generar conciencia. Aunque la plenitud de la conciencia está ya ahí, sin manifestarse, estamos aquí para traer conciencia a esta dimensión.

Mi consejo es ser conscientes de nuestra respiración. Nota la sensación de respirar. Siente el movimiento del aire entrando y saliendo de tu cuerpo. Percibe cómo se dilatan y contraen el pecho y el abdomen al inhalar y al exhalar. Una respiración consciente es suficiente para crear un poco de espacio donde antes solo estaba la sucesión ininterrumpida de un pensamiento tras otro. Una respiración consciente (dos o tres serían aún mejor), realizadas muchas veces al día, es un modo excelente de aportar espacio a tu vida.

Respirar no es algo que tú haces, sino algo que presencias mientras ocurre.
La respiración ocurre por sí misma. Lo hace la inteligencia interior del cuerpo. Tú solo tienes que observar cómo ocurre. No se requiere ningún esfuerzo.


Dado que la respiración no tiene forma propiamente dicha, desde tiempos muy antiguos se la ha equiparado con el espíritu, la Vida única y sin forma. “Dios formó al hombre con el polvo de la tierra y le insufló en las fosas nasales el aliento de la vida, y así el hombre se convirtió en un ser vivo”. (Génesis 2,7)  La palabra alemana que significa respiración  -Atmen- se deriva de la antigua palabra sánscrita atman, que significa espíritu divino o el Dios que vive en nuestro interior.

El hecho de que la respiración no tenga forma es una de las razones por las que ser consciente de la respiración es una manera sumamente eficaz de introducir espacio en tu vida, de generar consciencia.


Ser consciente de la respiración te obliga a estar en el momento presente, que es la clave de toda transformación interior. Cuando eres consciente de la respiración, estás absolutamente presente. También observarás que no puedes pensar y ser consciente de la respiración al mismo tiempo. La respiración consciente detiene tu mente. Pero lejos de estar en un trance o medio dormido, estás completamente despierto y muy alerta. (sigue)…









ELOGIO DE LA ATENCIÓN
del libro “El olvido de sí” de Pablo d’Ors, donde narra en primera persona la vida de Charles de Foucauld (1858-1916), religioso y viajero.

“Los grandes hombres y mujeres de todos los tiempos se han caracterizado por su notable capacidad de atención. Es la atención, precisamente, lo que les hizo grandes. No hay de qué extrañarse, pues sólo mediante la atención vemos las cosas tal cual son;  y en eso,  en ver que un árbol es un árbol, una piedra una piedra y un pájaro un pájaro radica la auténtica espiritualidad. No hay que elucubrar, sólo mirar. La realidad no esconde otro enigma que el de la propia realidad. Querer ver enigmas en las cosas es lo que nos priva de las cosas mismas.

Lo que he aprendido en el Sahara es a estar atento. Las actividades cotidianas se han convertido aquí en mi mejor escuela de meditación. Cuando cultivo la tierra, cultivo la tierra; cuando preparo la cena, preparo la  cena; cuando voy a dormir, voy a dormir. Nada interfiere en mi  trabajo cuando trabajo porque en ese instante el trabajo lo es todo para mí; nada interfiere en mi alimentación cuando me alimento porque el alimento que degusto es en ese instante todo para mí; nada interviene en mi descanso cuando voy a dormir, y por eso precisamente descanso. Justamente porque estas actividades son necesarias, son también el camino más recto para la realización del ser humano.

Estando atentos es sencillamente imposible hacer algo mal. Y la obra bien hecha recompensa siempre y con  creces nuestro esfuerzo de atención. Ni siquiera se trata de esfuerzo; es más bien vigilancia; pero no una vigilancia tensa, sino relajada y armónica. El espíritu más vigilante no es el más tenso, sino el más receptivo.

He escrito este libro para deciros que la mayor miseria del hombre es su dispersión. Dispersos estamos en muchas partes y en ninguna; y es así como empezamos por no encontrarnos y terminamos por no saber ni quiénes somos.

Al vivir atentamente uno deja de pensar en necedades o tonterías. Porque lo cierto es que aquello que solemos pensar, bajo un aspecto trascendental, casi nunca pasa de ser una tontería; los pensamientos sobre la vida cotidiana, en cambio, bajo el aspecto de una tontería, son auténticamente trascendentales. Si, la salvación radica en lo elemental. Ésta es la razón por la que nadie está privado de la posibilidad de una auténtica vida interior.
La atención que prestamos a algo es el termómetro más exacto de nuestro amor. El amor es un estado de atención completo; y la atención total conduce al amor. Dios mismo, que es fundamentalmente un misterio de atención, sólo existe para mí en la medida en que le presto atención. Así que amamos aquello a lo que atendemos. Resulta imposible amar aquello a lo que no se ha estado atento. La compasión o la caridad brotan espontáneamente si estamos atentos al necesitado. No es posible estar atentos a un necesitado y no se compasivos y caritativos con él. El egoismo, la avaricia, la envidia… todo eso, en cambio, es fruto de la dispersión.

Nadie podrá concentrarse en la oración si no ha sabido concentrarse en la vida cotidiana. El mejor termométro para una vida de oración es la actitud del orante en sus tareas domésticas. Orar no es más que agradecer la vida cotidiana a la que hemos estado atentos. Y ¿qué vamos a agradecer si nos ha pasado desapercibida? Por eso, el mejor lugar para aprender a orar, no es el oratorio, sino el dormitorio, el baño, la cocina… Todos estos espacios son auténticos templos para el verdadero creyente. Toda la educación que debería brindarse a los jóvenes tendría que estar focalizada en el desarrollo de la atención.”












Gimnasia holística
más allá de una gimnasia: volver a la naturalidad
Fecha del artículo 2/7/2010 / articulo de Jorge Ramón Gomariz
 La Dra. Ehrenfried (1896-1994) tuvo que exiliarse en París a causa de la Segunda Guerra Mundial y al no poder ejercer la medicina en este país, dedicó su tiempo a desarrollar y aplicar las enseñanzas que había recibido de su maestra, Elsa Gindler. Ésta, llevada por su intuición, había desarrollado todo un trabajo sobre la conciencia en la respiración, con el que llegó a curarse de la tuberculosis y este acontecimiento dio un giro a su forma de trabajar como maestra de educación física.

Thérèse Bertherat mencionó el trabajo de la Dra. Ehrenfried en su libro «El cuerpo tiene sus razones», fue entonces cuando yo lo descubrí a finales de los setenta. La Dra. Ehrenfried decía que su trabajo está basado en el despertar sensorial y la toma de consciencia, y que se dirigía a aquellas personas que querían hacerse responsables de su propia salud, que estaban dispuestas a favorecer la autorregulación de su organismo en todos los sentidos. Yo agrego que se dirige a las personas que tienen interés en explorar la naturaleza humana a través de un viaje de autoconocimiento que toma el cuerpo como punto de partida.

Algunos alumnos/as durante estos años han descrito la experiencia de asistir a las clases con estas palabras: «Esta práctica es increíble. Con ella estoy descubriendo una parte de mí que desconocía. Un mundo de sensaciones internas, que nunca se me hubiera ocurrido escuchar; músculos, huesos, articulaciones, formas, estructuras... que evidentemente vivían conmigo, desde siempre y yo desconocía». «Experimentos que conducen a reconocer el valor de cada gesto, cada movimiento, cada acto. Y así sentir, recuperar (hasta donde se puede) la espontaneidad del niño: la vivencia del instante presente, el compromiso con lo que se está (o no) haciendo, el poner el alma donde está el cuerpo».
Conozco este proceso, lo he vivido personalmente y lo he presenciado en aquellas personas que han participado en mis clases, progresivamente he visto cambiar sus cuerpos y su mentalidad. Es un proceso de autoafirmación que va cambiando la perspectiva con la que uno mira las cosas, de encontrar tu lugar, de saberse y de sentirse, de estar presente y de percibir, de aplomo y a veces de serenidad y calma. Hacia estas personas siento un gran respeto pues juntos hemos realizado parte de un viaje apasionante, conmovedor y lleno de humanidad.

Lógicamente, una gimnasia que se denomina holística tiene que estar basada en la interacción que se da entre el cuerpo y la mente. Cualquier estímulo que produzcamos en el cuerpo tendrá una resonancia en nuestra conciencia y cualquier cambio que se dé en nuestro estado de conciencia ocasionará cambios en nuestros procesos corporales. La gimnasia holística se mantiene atenta a todos aquellos procesos que vinculan el cuerpo y la conciencia.

La respuesta del cuerpo a determinados estímulos no es la misma cuando nuestra consciencia se encuentra desplegada. Si conseguimos mantener una percepción sensorial clara de lo que estamos haciendo sin que la reactividad del pensamiento lo invada todo, es fácil que encontremos cambios en el cuerpo verdaderamente asombrosos. De esta manera, parece que el cuerpo tenga resortes que nunca habíamos tocado. Cuando creamos este estado de atención-escucha, algo mínimo puede producir grandes cambios o lo que es lo mismo, un pequeño estímulo puede producir una gran resonancia. Parte de las consignas que sugiere el facilitador que guía el grupo tienen como propósito provocar esta reacción en la conciencia de la persona y así poder convertir una experiencia que podría ser ordinaria en algo significativo.

En la primera etapa de la vida nuestra exploración del mundo es exclusivamente sensorial, a través del tacto, el gusto, el oído, la mirada que contempla sin hacer juicios y las sensaciones cinestésicas.
Inicialmente, desde los sentidos y las primeras emociones, nos hacemos una idea de las cosas, de la vida y del mundo. Este es el lenguaje con el que experimentamos nuestras primeras vivencias de apoyo, soporte, aceptación y afecto, un medio de expresión e intercambio que a veces olvidamos y cuya carencia, afecta a nuestra salud. Antes que la palabra tomara la hegemonía de la comunicación, el código era puramente sensorial. 

Progresivamente, la razón va poniendo nombre a las cosas y la experimentación sensorial se va condicionando por la educación y la cultura. Poco a poco, vamos desarrollando nuestras capacidades cognitivas y nuestro mundo emocional se va haciendo cada vez más complejo. A medida que crecemos, la percepción pura y clara de las cosas se va viendo interferida o influenciada por la concepción que hacemos de ellas.

En cuanto al aprendizaje corporal se refiere, el desarrollo de habilidades psicomotrices tiene lugar también en dicha etapa, sometidos a distintas emociones y especialmente a la inseguridad propia de la falta de habilidad. Ya de adultos, nuestro manejo corporal seguirá condicionado por las vivencias emocionales del pasado aunque no seamos conscientes de ello. Parte de nuestro trabajo tiene como propósito replantear el aprendizaje corporal libre de las emociones que pudieron influenciarlo en el pasado. La experimentación consciente del movimiento desde una actitud neutra y calmada, nos ofrece la oportunidad de evitar tensiones innecesarias que limitan nuestra capacidad funcional. 
El gesto es antes que la palabra y antes que el gesto la percepción más pura se da en silencio. El gesto representa con mayor veracidad aquello que somos o queremos expresar, es más, a veces expresa algo que sentimos y no quisiéramos mostrar. Trabajar con el gesto es abordar un lenguaje primario no tan «pervertido» como el lenguaje verbal. Yo siempre digo que con la palabra podemos fácilmente llegar a mentir. Abordar la expresión gestual y el movimiento en lo no verbal nos permite conservar una percepción más clara de aquello que sucede en nuestro interior y antecede al propio gesto.

«El cuerpo es lenguaje y las cadenas musculares son sus herramientas de expresión». Esta es una de las premisas básicas del método de Godelieve Denys-Struyf. Nuestra tipología (apariencia postural) constituye un lenguaje grabado en el cuerpo. Las cadenas musculares reaccionan de manera defensiva en aquellas situaciones que son traumáticas para nosotros, tanto a nivel físico como emocional y reflejan también nuestras principales pulsiones psico-comportamentales. Cuando esta reacción se convierte en un exceso, ellas registran en forma de huellas morfológicas nuestra historia, nuestras motivaciones esenciales y nuestras carencias, hacen de nuestro cuerpo un mapa donde leer lo que somos, más allá de nuestro discurso. Se forman patrones de tensión que limitan nuestra capacidad de expresión.

Los paisajes del cuerpo
A veces, cuando puedo hacer uso de una mirada calmada y compasiva, miro a mí alrededor y contemplo un elocuente paisaje lleno de manifestaciones silenciosas. Hay cuerpos que expresan deseo, un deseo que les impulsa hacia delante con cierta falta de perspectiva, con una mirada lineal, fácilmente desatienden lo que encuentran a su paso. Cierta desarmonía hace que al movimiento le falte gracia en la periferia.
Hay cuerpos que no tienen un rumbo fijo, el desasosiego o el desánimo muestra gestos de abatimiento, tal vez no tienen adonde ir o se dirigen a cualquier sitio. A veces su postura habla de una falta de soporte, tal vez en algún momento lo tuvo y ahora lo ha perdido, a lo peor la sociedad no les acepta por alguna razón insólita. Tal vez, el soporte nunca existió y esa falta de aplomo tendrá que resolverse en el momento que la persona se da cuenta.

Hay cuerpos que exteriorizan tanto sus cualidades que hasta son un poco invasivos, demasiado periféricos o superficiales, parece que algo les falta en su eje, tal vez algo de silencio, mirar hacia dentro o detenerse para escuchar.
Hay cuerpos que están claramente cerrados, tal vez se avergüenzan de algo que han encontrado en su interior, tal vez tienen miedo y todavía no han aprendido que el miedo puede acompañar a la acción y que a veces, la acción apasiona tanto que el miedo se olvida. Tal vez esa cerrazón es la consecuencia de una herida, de un dolor antiguo que dejó su huella, que se grabó en los tejidos en forma de una memoria refleja. Puede que la persona no se haya dado cuenta de que el cuerpo tiene una tendencia innata a restaurar sus tejidos y que se puede encontrar la actitud adecuada para favorecer ese proceso.
Hay cuerpos de ambición, agitados y nerviosos, a veces hiperactivos, como si no pudieran perder un minuto en su tarea de poseer.

Hay cuerpos que no se enseñan, parece que quisieran ser invisibles, pasar desapercibidos, tal vez una falta de aceptación les ha hecho así, a lo mejor nadie les ha mirado, nadie les ha visto, nadie les ha recorrido con los sentidos, no han despertado todavía.

Hay cuerpos chispeantes de alegría, llenos de ilusión, con un alto contenido de música y color en su interior, se les nota en la gracia del movimiento y en el brillo de sus ojos, están llenos de aceptación. Donde están disfrutan de lo que encuentran, saben que hay una mirada que puede transformar las cosas, su forma rebosa armonía, aunque no responda a lo que otros esperan de ella.
Hay cuerpos con un exceso de rigor o de exigencia, que no respiran, están llenos de ideas preconcebidas o de mandatos, están como atrapados en un corsé que les impide funcionar con naturalidad, su movimiento puede llegar a ser estereotipado.
Hay cuerpos que parece que se derrumban, que están en el abandono, parece que les falta una razón para existir.
Hay cuerpos llenos de sensualidad, a veces se ve como algo impostado o a veces es el reflejo del goce de vivir y de sentir.
Hay cuerpos de quietud y comprensión, se apoyan en la tierra de manera confiada, tal vez han descubierto que nada es demasiado importante, que la gratitud y el sentido del humor siempre pueden encontrar un lugar en su corazón, parece que no tienen nada que perder. A lo mejor, han descubierto que pueden correr el riesgo de amar y aunque su forma no sea la ideal, han aprendido a vivir con sus limitaciones y lo que parecían defectos pueden enseñarse sin pudor, pues al final han comprendido que todos somos «imperfectos».
Si pensamos que el cuerpo es como una esponja que absorbe las influencias del medio en el que se encuentra, también podemos imaginar que el cuerpo puede liberarse o desprenderse de aquello que haya acumulado. Es como si esta esponja tuviera la necesidad de renovarse o vaciarse para volverse a impregnar de influencias renovadas. En la Gimnasia Holística trabajamos para facilitar conscientemente este mecanismo; a veces digo que se trata más de quitar que de poner (desaprender), quitar para que surja nuestra verdadera naturaleza.
Para iniciar este proceso es necesario pararse y escuchar. Esta es una posibilidad que a menudo nos negamos los seres humanos, parece que es «más fácil construir una realidad» llena de objetivos. Si me detengo a escuchar, tal vez encuentro algo que no me gusta o hay algo que tendría que cambiar. A veces, nuestro imparable quehacer puede convertirse en una tapadera que nos impida ver donde estamos realmente. En mi opinión, detener esta dinámica es el comienzo de la mencionada autorregulación.

El movimiento como experiencia consciente
Nuestro cuerpo es un desafío continuo a la fuerza de la gravedad. El sistema muscular nos proporciona sostén y movimiento gracias al antagonismo (complementariedad) que se da entre los diferentes grupos de músculos. Mientras unos llevan a cabo una acción determinada, hay otros que realizan la función opuesta. En el equilibrio entre estas dos tensiones recíprocas se encuentra una clave para la salud de nuestro aparato locomotor. 
El exceso o la debilidad en una de ellas puede protagonizar o ser causa de diferentes conflictos que llegaremos a experimentar en forma de desalineamientos posturales o alteraciones en la funcionalidad del movimiento. Esta bipolaridad fisiológica inherente a nuestro sistema músculo-esquelético que oscila entre la desprogramación y la sobrecarga, el exceso de tono y la hipotonía, la hipertrofia y la atrofia da lugar a un equilibrio frágil que resulta difícil de mantener dentro de un estilo de vida alejado de la naturaleza.
El movimiento es posible gracias al desarrollo de patrones neuromusculares, gobernados por el sistema cerebro-espinal que se materializan en forma de habilidades biomecánicas. Estas habilidades son las que nos permiten estar de pie, caminar, ir en bicicleta, bailar al ritmo de una determinada melodía, pelar patatas y un largo etcétera. 
Son patrones de utilización corporal que ejercemos diariamente por adaptación al medio. De todos los patrones que hemos podido desarrollar, hay unos que son utilizados con más frecuencia y otros que se encuentran casi olvidados, en desuso. La falta de alternancia entre dichos patrones siempre será causa de un exceso o sobrecarga para ciertos grupos musculares mientras que habrá otros que estarán débiles o desprogramados.
Uno de los ejes del trabajo de la Dra. Ehrenfried se encuentra en la consciencia del movimiento. El propósito no es obtener más fuerza como en la mayoría de gimnasias, hay un interés primordial por la coordinación neuromotriz, a través de movimientos realizados con suavidad y precisión. Conservar la habilidad para favorecer el gesto justo. Esta es una manera de refuncionalizar el movimiento, de mantener vivo su origen en la corteza cerebral y conservar en buenas condiciones las vías neuronales de conexión entre el cerebro y los músculos. 
En este ámbito, resulta fundamental trabajar la micromovilidad para abordar la musculatura profunda pues ésta se encuentra en muchos casos desprogramada. También utilizamos una gran variedad de técnicas de movilización articular, con el fin de liberar las articulaciones del exceso de presión al que se ven sometidas habitualmente. Estas movilizaciones se realizan preferentemente en descarga y a veces, los músculos que generan el movimiento no se encuentran en la región a movilizar.
La autorregulación del tono muscular es una de las consecuencias de abordar el movimiento en estos términos.
Otro de los recursos utilizados en el trabajo de la Dra. Ehrenfried es una gran variedad de bastones y pelotas de diferentes tamaños y densidades para que, a través de presiones en diferentes zonas del cuerpo, producir una respuesta neuromuscular de distensión en el tejido.
El contenido de las sesiones
«Se trata más de permitir que de forzar». «Dejad que suceda». Cuando escuché por primera vez esta premisa en una de las primeras sesiones durante mi curso de formación, me quedé parado, me sentí confrontado ¡Cómo es posible que una frase tan simple signifique tanto en el contexto del trabajo corporal!, ¡Cuántas cosas se pueden desprender de ella! En ese momento comprendí la envergadura de este trabajo, pensé: ¡Qué manera tan inteligente de «hacer gimnasia»! ¡Cuántos cambios de actitud tengo que hacer….! Conseguir, lograr, forzar, sugiere esfuerzo. Permitir se refiere más bien a una actitud interior, es estar disponible a los posibles cambios que el cuerpo pueda necesitar. La alegría me recorrió todo el cuerpo, había encontrado una clave que me serviría para toda la vida.
«El trabajo se adapta a la persona y no la persona al trabajo» Esta premisa me hizo entender que estábamos llevando a cabo una práctica corporal de orientación claramente humanista.
Las sesiones se plantean como un trabajo individual hecho en grupo. No hablamos de ejercicios, llevamos a cabo experimentos en forma de una búsqueda guiada a través de consignas verbales para que los/as alumnos/as puedan hacer una imagen mental de la propuesta sin utilizar la inducción ni la sugestión. Estas consignas constituyen un acompañamiento que va más allá de lo meramente corporal, se refieren tanto a lo concreto como a lo sutil y proporcionan una reflexión permanente sobre la actitud con la que llevamos a cabo las prácticas. La idea es crear un verdadero continuum de trabajo que abarca, estructura, función, cualidades y actitudes, dando pleno sentido al significado de la palabra holístico.
«La respiración prevalece siempre», esta es otra de las premisas que identifican el trabajo de la Dra. Ehrenfried. En cuanto a la respiración yo creo que es más una cuestión de ajuste fino que de ponerle voluntad, dejar que suceda, no estorbar a una función que es autónoma, refleja y autorreguladora. Cualquier práctica o ejercicio que limite o margine a la respiración pierde valor en sí misma o carece de sentido. Nuestro interés se centra en liberar la respiración, favorecer su adaptabilidad, despertar la consciencia para identificar cuando se encuentra alterada y como podemos favorecer su normalización. No se trata de hacer un entrenamiento voluntario, observamos los procesos de cambio y adaptación que la respiración experimenta durante las diferentes posiciones y movimientos. 
En las sesiones, se trata de proporcionar los medios para que la persona desarrolle la capacidad de autoexploración y autoconciencia. Crear las condiciones adecuadas para, por ejemplo, explorar todas las posibilidades de movimiento que tiene el hombro, o si es posible dejar que el sacro descanse totalmente sobre una pelota, o intentar que sea la mano quien mueva la cabeza sin que intervengan los músculos del cuello. Observar como reacciona el esqueleto cuando haces percusiones sobre él, o que sucede cuando tu espalda se apoya sobre un bastón. ¿Cómo contemplas lo que te rodea después de hacer un «bombeo» sobre el globo ocular? ¿Cuál es la distancia en la que me siento mejor cuando estoy junto a ti? O, si puedo permitir que mi cabeza descanse en tus manos con total confianza. O ¿cuál es el esfuerzo justo para desplazarme en el espacio? O ¿cuáles son los pequeños cambios que necesita mi respiración para que pueda fluir con mayor libertad?
Muchas veces pido a mis alumnos/as si es posible abandonar todas las expectativas ante una nueva práctica; cuando tienes expectativas de conseguir algo el camino suele estar condicionado, el proceso pierde espontaneidad. 
Los experimentos corporales llevados a cabo tras haber soltado todas las expectativas sobre sus resultados despiertan un interés genuino, una curiosidad que puede llegar a transformar el instante y en esa búsqueda, encontrar nuevas posibilidades de funcionamiento tanto para el cuerpo como para la mente. Se trata más bien de aprender a disfrutar del trayecto y no tanto de mantener la atención fija en la meta.
Entre la gran variedad de experimentos que podemos llevar a cabo, hay algunos que se realizan en pareja o en grupo. El encuentro no verbal entre dos personas siempre es de una gran riqueza, permite explorar cuales son nuestras tendencias básicas en el contacto. Cuando me acerco a otra persona, si estoy atento/a puedo observar que se interpone entre nosotros, si hay ideas que restan espontaneidad, o si permanezco abierto/a a la experiencia. ¿Puedo dar y recibir sin perder mi identidad?, ¿tengo tendencia a imponerme o tal vez prefiero siempre dejarme llevar?, ¿soy a veces invasivo/a?, ¿soy capaz de soportar cualquier cosa para ser aceptado/a?, ¿respeto el ritmo de la otra persona?, ¿puedo respirar en compañía?, ¿cómo es la manera de separarme? El contacto es una fuente de autoconocimiento.
La lentitud como terapia
¿Cuál es el ritmo que nos permite funcionar conscientemente? ¿Qué ritmo nos permite una mayor plenitud?
Algunas veces nuestras acciones se solapan unas sobre otras de modo que no podemos identificar cómo resuenan en nuestro interior. Aunque la palabra concentración suena ya un poco gastada, no deja de tener significado. Se refiere a algo fundamental para la naturaleza humana, actuar sin perder el centro. Este será uno de los propósitos de nuestra práctica, encontrar la sincronicidad entre el corazón, la razón y los sentidos.
Las prácticas en la sala de trabajo se suceden de manera pausada, esto nos permite ver cómo nos acercamos, cómo entramos y cómo salimos de cada una de las propuestas, identificar qué huella deja en nosotros cada experimento, si su resonancia se deja sentir más bien a nivel físico, sensorial o si tal vez repercute en nuestro estado de ánimo. ¿A dónde me lleva cada una de las prácticas? ¿Qué me sobra o qué me falta? Qué necesito o qué puedo hacer para completar. Verbalizar la respuesta a estas preguntas puede servir de guía para la persona que lleva el grupo, la sesión se va elaborando sobre el terreno, no hay esquemas preconcebidos.
Esta lentitud propia de lo que yo llamo a veces un «laboratorio de trabajo corporal» es la que nos permite tomar consciencia de ciertos matices que a veces pasan desapercibidos, tanto en el adentro como en el afuera.
Cuando recibí la propuesta de escribir este artículo pensé que era estupendo y que podía hacerlo en unas cuantas semanas. Seguramente llevado por la ambición o por el deseo de reconocimiento lo habría hecho, pero no sé si esta hubiera sido mi mejor manera de hacerlo, si procediendo de este modo habría respetado mi propio ritmo.
Me tomé tiempo para sentir si verdaderamente lo quería hacer, si después de lo que había escrito en otras ocasiones tenía algo nuevo que decir, si era capaz de redefinir el trabajo y si lo hacía, cual era el ritmo adecuado para mí. Pensé, reflexioné y tomé muchas notas, especialmente después de las sesiones de trabajo; algunas permanecieron días en mi agenda, otras en la estantería de mi sala. Pasaron los días y seguí reflexionando sobre que era aquello que me entusiasmaba de este trabajo y entre las muchas cosas que lo identifican hay una que quiero destacar: la persona es lo primero y si no se respeta a si misma puede que acabe llegando adonde no quería ir. Uno de los propósitos de la Gimnasia Holística es que la persona aprenda a respetar su propio ritmo, funcionando en unas condiciones que le permitirán darse cuenta de lo que hace y como lo hace.
Ha pasado exactamente un año y ahora es el momento en que me siento a recopilar aquello que ha florecido después de estas cuatro estaciones; funcionando así me siento mejor y mi ritmo es más orgánico.
Yann Arthus-Bertrand en su documental Home, muestra claramente cuales son las consecuencias que estamos experimentando, tanto a nivel planetario como personal, debido a la aceleración que en diversos procesos hemos impuesto los seres humanos.
No se trata de imponer la lentitud a toda costa en nuestro día a día, se trata de funcionar con un nivel de escucha que nos permita la plena consciencia, cada uno sabemos cuando determinado ritmo nos hace perder la atención. Tal vez en la alternancia se encuentra una clave para mejorar en este sentido.
La Gimnasia Holística está considerada como una pedagogía con aplicaciones terapéuticas y preventivas. Como osteópata he podido constatar que tiene un efecto normalizador sobre el aparato locomotor y los diferentes ritmos corporales.
En mi caso la aplicación del trabajo de la Dra. Lily Ehrenfried ha recibido la influencia de otros métodos que están en la misma línea o tienen un origen común, especialmente el de Consciencia Sensorial de Charlotte Selver. También he incorporado a la práctica de grupo ciertos elementos que proceden de la osteopatía.
Jorge Ramón Gomariz